
Al de Huesca.
Viajo en un tren veloz, casi tanto como mi inusitada capacidad nocturna para apurar copas. La nieve del paisaje me invita a acurrucarme aún más en el asiento. Me hace desear que el tren cubriese una línea circular Madrid-Jabárovsk que nunca tuviera que abandonar. Pero le prometí a ella que iría al matadero en su lugar… al de Huesca. Su boca puede arrancar de mí cualquier comportamiento inopinado. La sacudida que provocan sus caricias puede llevarme al matadero… al de Huesca.
Desciendo del tren y un frío clima soleado me da los buenos días. La primera conferencia a la que asisto habla de unos afiladores de guadañas, de agujas hipodérmicas y de narcotización informativa. Mis párpados se cierran ante la exigencia de parada y fonda que provoca mi organismo, poco acostumbrado a los excesos cometidos. La realidad onírica me presenta una fiesta con vestigios orientales, bandejas de bombones y un personaje con camiseta de rayas rojas y negras cuyas mangas terminan en unas manostijeras poco distantes de las guadañas que afilaba el conferenciante. Mi visión, quizá freudiana, me traslada a una calle donde asesinaron a un presidente americano que no pilotaba avionetas. En medio de la escena, una novia vestida de blanco espera mi respuesta y los testigos miran a mis labios esperando el momento inmortal y asesino del «sí, quiero».
En ese momento, una mano posada en mi hombro me saca del aprieto. Tengo que pasar el micrófono a un chileno que se sienta a mi lado. Sobre mis rodillas, una chapela que no sé como ha llegado hasta ellas. Paso el micro intentando demostrar que estaba atento. Mi timidez se ve desafiada al cruzarse con la mirada de la chica que me entrega el artefacto. Alguna misteriosa comunicación se entabló entre nosotros. Las ropas blancas de mi sueño se habían trocado en un uniforme negro con el logotipo del Congreso de Periodismo Digital. La sensación de «déjà vu» podría llevarme al matadero… ¿al de Huesca?
RELATO REALIZADO CON VUESTRAS APORTACIONES AL PRIMER POST