¡No envidies a los que carecen de sufrimientos, ídolos de madera a los que nada falta, porque sus almas son así de pobres; a los que no preguntan si llueve o luce el sol, porque nada tienen que precise de cultivos! Hiperión o el Eremita en Grecia

martes, abril 04, 2006

BOOKNESS

El mendigo de mi barrio deambula con su carrito.

Siempre me he preguntado por la historia que hay detrás de estas personas y, en un caso concreto, la conocí. Pedía a la puerta de la Iglesia de María Auxiliadora de Zamora. El azar y la soledad del Mr. Bones de Tombuctú estaban detrás de todo. Le escuchaba. A veces comprendí, otras no. Pero siempre que pasaba por allí, me daba unos caramelos. Según él, le había ayudado desde el mostrador de la oficina donde le atendía. Aquel mostrador al que acudía a diario para escucharme decir: "Hola Ángel. Lo siento, pero no te han llamado los payeses. Este año quieren gente joven para la campaña de la fruta." Cuando pasaba por la puerta de la iglesia, sacaba su mano del mugriento pantalón y me decía: "Hoy te he traído muchos." Cuando me fui de Zamora, le daba los caramelos a mi madre.

Pero volvamos al mendigo de Chamberí. Este barbudo, corpulento y hermético personaje lleva su casa a cuestas y madruga. Madruga a la puerta de la biblioteca pública que hay enfrente de mi casa, en la que pasé tantas horas estudiando Derecho Tributario. Su jornada de trabajo tiene un horario estricto. En invierno y en verano. Primero se dirige a la sala de la planta baja y lee varios periódicos. Entre tres y cuatro horas. Luego saca su agenda y anota algunas cosas. Incluso, furtivamente, cuela algún recorte del diario entre sus hojas. La siguiente fase se desarrolla entre libros. Merodea, busca, clasifica, ordena y coloca una pila de la que se va abasteciendo el resto del día. No cruza una sola mirada con la gente. Tienen que decirle que la biblioteca va a cerrar. Guarda sus papeles y se marcha. Acabo de cruzarme con él, de ver cómo inicia su trámite de espera, de ver cómo desaparece entre la gente para aguardar la apertura cotidiana de su casa: de la biblioteca que borra el homeless de su nombre.

8 Comments:

Blogger Pablo said...

Yo me he topado con dos casos de mendigos que me han impactado.

El primero es el de un hombre que siempre está (o estaba, ya no lo sé) sentado a las puertas de la biblioteca de Caja Madrid donde a veces iba a estudiar. Era un hombre que siempre estaba leyendo y tenía un cartel en el que ponía "pido para dar de comer a mi cerebro". ´

El segundo es el de una señora que vivía entre cartones y con un carrito de la compra bajo el puente de Cuatro Caminos (lo llamaban el scalextric) -los que vivís desde hace poco en Madrid no lo habéis conocido-. Un día la pobre mujer falleció, creo recordar que a causa del frío, y encontraron en el carrito diez millones de pesetas. Era esquizofrénica. Desolador.

Una de mis debilidades son los pobres, cuando veo uno simepre procuro darle algo de dinero.

1:13 a. m.

 
Blogger Hölderlin said...

Querido Pablo, viví en Madrid antes de que tú nacieras. Sé que suena a monserga de los mayores. Pero al leerte lo pensé. De todas formas, era demasiado pequeña para saber si aquello era un scalextric. O si el que hubo en Atocha también lo era. Este es el séptimo año que vivo mi segunda etapa en esta ciudad y vi quitar aquel artefacto, pues iba mucho a una marisquería de la zona. Cuatro caminos me recuerda la casa de mis abuelos, las navidades en familia, mi bisabuelo con su genio, el helado que conseguía que me compraran... La historia de la indigente millonaria me recuerda a personas de los pueblos profundos de Castilla, que viven privándose de todo y mueren dejando un recoveco lleno de dinero. Me ha recordado a aquel anciano que murió y que había pedido que lo enterraran con su almohada. Antes de hacerlo, la abrieron, y estaba llena de vacío monetario. Se ve que en el otro mundo le iba a hacer mucha falta. Se ve lo mucho que quería a sus descendientes.

1:27 a. m.

 
Blogger Pablo G. said...

Me gusta cómo escribes. Enhorabuena por el blog

11:04 a. m.

 
Blogger Nun says said...

Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

11:49 a. m.

 
Blogger Nun says said...

Los mendigos en Brasil no tienen ningún romantismo. Os devora el hambre, la sed, la violencia y el odio a un sistema que nació fallido. No les quedan fuerzas para pensar en algo más allá del pan. Pero sí que hubo uno, que se hizo un poco conocido por el país. El "Poeta gentileza", com le llamaban, imponia su poesía por todos los viadutos y puentes y muros grises y sucios y tristes de Rio de Janeiro. Murió solo. En seguida, el ayuntamineto borró todos sus versos de la ciudad.

11:50 a. m.

 
Anonymous Anónimo said...

Hola, entremos en el debate con algo poco importante, mendigos hay muchos, pobres menos, yo conocí uno que cuando cerraban la puerta del BBV de Alcalá se sentaba allí y con una calculadora de mano empezaba a hacer cálculos.
Dormia allí y cuando murio le encontraron varios millones encima
Quiza él era feliz así (seguro)
En cualquier caso, quien soy yo para decidir si mi manera de vivir es mejor que la suya

12:51 p. m.

 
Blogger Hölderlin said...

Bienvenido jaguar3, qué ilusión verte por aquí. El caso que cuentas es de los que a mí me descolocan. No puedo entender para qué acumulan ese dinero mientras viven en esas condiciones. ¿Qué habrá detrás de esa actitud? ¿Será un síndrome? ¿Cómo el de Diógenes?... esos que llenan sus casas de cosas hasta el punto de ser inhabitable. En fin, seguiremos comentando de este tema y de otros.

2:05 p. m.

 
Blogger Pablo said...

Me veo en la obligación de añadir que gran parte de los mendigos que acumulan el dienero de esa manera están tienen alguna enfermedad mental. Lo más frecuente es que sufran alguna esquizofrenia, por lo que además de acumular dinero también suelen tener otros sintomas e incluso, alguna patología asociada.

Es un asunto mucho más complejo que lo de que hayab encontrado una forma de vida más acorde a sus ideas o por renuncia a una sociedad que nos maltrata y castiga, donde lo que prima es el dinero o el triunfo.

1:00 p. m.

 

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